Basta con pasear por las calles de Baza o hablar con cualquier vecino para notar que algo no va bien. La ilusión de cambio que algunos prometieron se ha convertido en desconfianza, en frustración… en una especie de parálisis que no encaja con lo que siempre ha sido esta ciudad: luchadora, viva, con ganas de avanzar. Pero hoy, con Pedro Ramos al frente del Ayuntamiento y el Partido Popular en el gobierno municipal, Baza parece atrapada en una etapa gris y desconcertante, de esas que dejan huella.
Y no es una percepción sin base. Es una realidad que empieza por un dato tan grave como cierto: dos concejales del equipo de gobierno están siendo investigados judicialmente. Tal como recoge el documento oficial que acompaña estas líneas, Antonio P. G. y María del Carmen S. R. han sido citados a declarar como personas investigadas, lo que comúnmente se conoce como "imputados". Y es que, aunque algunos intenten minimizarlo o distraer con debates nacionales, los hechos están ahí, con fechas, nombres y responsabilidades, así mismo el propio alcalde dijo ayer que estaba investigado o denunciado por una denuncia de ahí que se hayan producido dos registros en el ayuntamiento por parte de la policía judicial, algo inédito en nuestra ciudad.
Pero la situación institucional va mucho más allá de los juzgados. Baza lleva meses sin poder aprobar un presupuesto. Ni uno. Y eso, más allá de lo técnico, tiene un impacto real: proyectos que no arrancan, ayudas que no llegan, servicios que se quedan a medio gas. Para una ciudad como la nuestra, esto no es simplemente una mala racha: es una anomalía histórica. Nunca antes habíamos vivido una parálisis tan evidente, tan cruda. Y lo más preocupante es que no parece que haya intención de cambiar el rumbo.
La relación del equipo de gobierno con el resto de la corporación tampoco ayuda. Quienes deberían tender puentes, dialogar, buscar acuerdos, optan por el desprecio y la soberbia. No es raro ver actitudes altivas, palabras fuera de tono o gestos cargados de chulería. A veces, incluso, el ambiente se vuelve tan tenso que parece rozar el maltrato. La representante de Compromiso por Baza ha sufrido episodios que podrían considerarse acoso institucional, y eso, en democracia, es algo gravísimo.
Mientras tanto, en lugar de centrarse en lo que le importa a la gente —el empleo, la sanidad, la vivienda, las oportunidades para nuestros jóvenes—, prefieren enredarse en discursos de política nacional, como si Baza fuera solo una excusa para hacer oposición desde lo local. Pero no, Baza no es un plató de televisión. Aquí hay barrios que necesitan inversiones, familias que esperan respuestas, asociaciones que piden apoyo. Y mirar al gobierno de España mientras se ignora a Baza no es solo una torpeza: es una traición al compromiso adquirido con los bastetanos.
Y si hablamos de compromiso, no podemos pasar por alto las sombras que se ciernen sobre algunos concejales liberados. Por ejemplo, el concejal de Hacienda, que debería estar plenamente dedicado a gestionar el dinero público, sigue vinculado a su empresa de venta de pistachos y, según se comenta, ofrece servicios con su empresa de asesoramiento. ¿Cómo se puede servir a dos jefes al mismo tiempo?
El concejal de Deportes, por su parte, ha pedido cobrar más… por seguir trabajando en sus tierras agrícolas. Como si ser concejal fuera un complemento, un extra. No una responsabilidad pública. El de Cultura continúa con su administración de lotería. Y el concejal de extrema derecha, que asegura ser el que más trabaja, usa un camión grúa municipal como si fuera suyo, transportando incluso a su pareja. Todo esto con un vehículo adquirido de forma bastante cuestionable, fragmentando contratos para saltarse controles, y que, por si fuera poco, estaría siendo conducido sin el carnet necesario. ¿En serio?
Lo más triste de todo es que esto no es nuevo. Es, de hecho, todo lo que ellos mismos denunciaban con indignación hace tan solo unos años. El supuesto descontrol, la falta de ética, el uso partidista de recursos públicos… Todo lo que juraban que venían a cambiar, ahora lo practican sin disimulo. Solo que antes lo criticaban con rabia, y ahora lo hacen con descaro. Sin dar explicaciones. Sin rendir cuentas.
Baza no se merece esto. Ni esta falta de respeto institucional, ni este abandono de la gestión, ni este aire de superioridad que aleja al gobierno de su gente. Nuestra ciudad necesita un gobierno que escuche, que dialogue, que trabaje de verdad. Un equipo que entienda que gobernar es servir, no servirse.
Y cuanto más tardemos en despertar de esta etapa, más tiempo perderemos. Y Baza no está para perder el tiempo.